Mónica Naranjo
Hipnoterapeuta Clínica, Psicobioterapeuta
Como bien dijo Carl Jung:
“Hasta que el inconsciente no se haga consciente, el
subconsciente seguirá dirigiendo tu vida y tú lo llamarás destino
”

. El presente es,
en muchos casos, una repetición constante y cíclica del pasado.
Esto ocurre porque la mayoría de las creencias que moldean nuestros patrones de
conducta se programan entre los 0 y 6 años, cuando las ondas cerebrales están en
un estado Delta y Theta, y entre los 6 y 12 años, en un estado Alpha. En estas
etapas, el acceso al inconsciente es directo, lo que hace que todo lo vivido yaprendido se instale como una verdad absoluta y generalizada. Incluso antes del
desarrollo de la memoria verbal, la memoria biológica ya es capaz de registrar
experiencias y, posteriormente, revivirlas a través de acciones inconscientes.
Además de estas memorias, existen las corporales y las genéticas, que se instalan
en la memoria celular debido a vivencias ancestrales o incluso experiencias en la
vida intrauterina. Estas memorias pueden manifestarse en la adultez como eventos
recurrentes o situaciones que parecen carecer de lógica, pero que en realidad están
vinculadas a la historia personal y familiar.
El psicólogo francés Marc Fréchet estudió los ciclos biológicos memorizados, una
teoría que nos permite identificar patrones repetitivos en nuestra vida y reconocer
el origen de nuestra programación inconsciente. Al hacerlo, podemos transformar
estos patrones y salir del ciclo de repetición.
Es importante comprender que al menos el 90% de nuestras acciones y
decisiones—aunque parezcan racionales o conscientes—están influenciadas por
creencias arraigadas en el inconsciente. Por ello, la manera más efectiva de generar
un cambio real no es a través de la fuerza de voluntad o la lógica, sino revisitando
el pasado para descubrir cuáles son esas creencias, cómo se instalaron y si siguen
siendo útiles en la vida presente.
Muchas de estas creencias surgieron como estrategias de supervivencia, pero con el
tiempo pueden volverse limitantes. Por ejemplo:
• Una persona que come en exceso a pesar de estar saciada podría haber
aprendido en la infancia a no dejar comida en el plato porque sus padres le decían
que “muchos niños mueren de hambre”
. Incluso, el hambre vivida por un abuelo
inmigrante podría haber dejado una impronta en la memoria genética.
• Alguien que siente la necesidad constante de cambiar de trabajo, pareja o
residencia tal vez repite un patrón familiar en el que sus padres se mudaban cada
cierto tiempo.
• Una persona que elige parejas emocionalmente distantes o que siempre la
abandonan podría estar reviviendo la sensación de abandono que experimentó en
la infancia cuando uno de sus padres dejó el hogar, o incluso antes, si el padre se
ausentó durante el embarazo.