Por: Catalino Rosas
ROSAS, ROSAS ABOGADOS
En los últimos 50 años la pobreza extrema en el mundo se ha reducido de más del 42% de la población a poco menos del 9%. (Personas que viven con menos de USD 1.90 al día, de acuerdo al Banco Mundial). El ingreso per cápita, a su vez, en los últimos 60 años, ha crecido de 459 USD a 12,700 USD a precios actuales, de acuerdo también al Banco Mundial. Por su lado, la esperanza de vida al nacer, que es el indicador más elocuente de desarrollo humano, se ha elevado entre 1960 y 2020 de 52 a 72 años, como promedio global. El crecimiento económico sostenido en naciones exitosas ha ido de la mano de una profunda reorganización de la sociedad y de la producción, de un acelerado desarrollo tecnológico, de una urbanización vertiginosa, y de la expansión masiva de los sectores de manufactura y servicios. Sin embargo, las diferencias entre países y regiones son notables. Es esencial preguntarnos: ¿Por qué ciertos países o regiones han logrado prosperidad, mientras otros permanecen en un relativo atraso y torpor económico? ¿Por qué la revolución industrial nació en Gran Bretaña y se extendió y replicó rápidamente por Europa occidental y Estados Unidos, y más tarde en Japón, y no en otras naciones? ¿Por qué diversos países asiáticos como Corea del Sur, Taiwán, Singapur y China han sido capaces de alcanzar a Occidente en materia económica y tecnológica? ¿Por qué otros países no? ¿Por qué ciertas regiones permanecen en la postración económica, mientras que otras, incluso dentro de un mismo país, prosperan y se desarrollan?
Muchos autores se han hecho estas preguntas y han tratado de responderlas. Pero el tema es sumamente complejo. Primero, se le ha atribuido a la geografía un importante poder explicativo. Se ha pensado en el papel que puedan jugar el clima, las costas, la lejanía de centros de comercio y consumo, la orografía o topografía, enfermedades endémicas, disponibilidad de agua y ríos navegables, recursos naturales, y existencia de tierras agrícolas productivas y de animales de tiro. Jared Diamond plantea que la extensión este-oeste del continente euroasiático frente a la extensión norte-sur de América representó una gran ventaja comercial y de intercambio tecnológico. Otro argumento atendible es la existencia de vías de transporte, que permitan la creación e integración de mercados (caminos, canales, ríos, puertos). Desde luego, están las economías de aglomeración e interacción que permiten las ciudades y la urbanización a gran escala.
No obstante, son las acciones humanas las que finalmente generan, o no, crecimiento y desarrollo. Entran entonces convincentemente en el panorama las Instituciones (Douglass North). Estas son las reglas del juego políticas, jurídicas, religiosas, culturales y sociales que cada sociedad se da a sí misma. Se trata de normas formales e informales, y visiones del mundo que establecen los incentivos, premios y castigos a individuos, familias y grupos. Estas definen la productividad, el intercambio, derechos de propiedad, respeto a la ley y estado de derecho, cooperación y la confianza, capital social y humano (educación), estructura y funcionamiento del Estado, y propensión al ahorro e inversión. Hay instituciones meramente extractivas, que reprimen el crecimiento, o instituciones inclusivas que lo promueven (Acemoglu y Robinson). La cultura es otro gran determinante. Tiene que ver con cierta ética de trabajo, y de esfuerzo y autonomía personal (Max Weber: La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo). La cultura moldea las visiones del mundo y las respuestas de los individuos y de la sociedad a leyes e incentivos económicos, y a condiciones geográficas y políticas. La cultura influye en las estructuras familiares, normas de matrimonio, número de hijos, y en el papel de las mujeres. También en la prevalencia del emprendimiento, en la capacidad de innovación y en la creación de empresas, así como en las habilidades tecnológicas. La cultura es persistente, y determina conductas incluso a lo largo de siglos. Otro factor es la demografía; esto es, la fertilidad (número de hijos por mujer), y la mortalidad, y, por tanto, las tasas de crecimiento poblacional, que pueden poner en acción resortes malthusianos, o una transición demográfica que permita mayores ingresos per cápita. Otros argumentos se refieren a secuelas de la colonización europea en diversas regiones, así como de la esclavitud, y a los problemas que ha implicado el surgimiento de sociedades duales y altamente desiguales.
Es de aceptarse que, en alguna medida cada una, todas estas variables actúan en conjunto. Lo interesante es tener claro, a partir de todo ello, por qué Panamá; no despega hacia ser una nación desarrollada, y por qué, ciertas regiones de nuestro país permanecen en la pobreza ancestral.
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