Mónica Naranjo
Hipnoterapeuta Clínica, Psicobioterapeuta, consteladora Familiar.
La herida de la traición se construye alrededor de los dos y hasta los seis años
usualmente con el padre del sexo opuesto (aunque también se puede dar con el
padre del mismo sexo) , cuando el niño siente que la lealtad de su progenitor no es
real. De alguna forma, el pequeño que sufre mayoritariamente esta herida no ha
podido atravesar el complejo de Edipo explicado por Freud. Hay muchas formas en
que la herida puede instalarse tanto en hombre como en mujeres, con la llegada de
un nuevo hermanito y la pérdida de atención por parte del progenitor hacia el niño,
cuando se le dicen mentiras al chico que afectan su confianza sobre su madre o
padre y/o sobre sí mismo, o cuando uno de los progenitores traiciona al otro, el niño
puede vivirlo como propio.
La herida de la traición se expresa en la adultez a través de la máscara del control,
cuando el infante decide, que cuando tiene el control será imposible que lo vuelvan
a traicionar, es decir que cumplan las promesas, exista lealtad y responsabilidad
hacia los compromisos adquiridos. La persona con la herida de traición y máscara
de control exhibirá por si mismo estas características y rasgos, es decir, se
encargará de ser una persona fiable y responsable.
La fisionomía del controlador suele exhibirse mediante un cuerpo fuerte, usualmente
con sobre peso bien distribuido y casi imperceptible, sus hombres y parte superior
del tronco tienden a ser musculosos y el cuerpo suele tener una tendencia hacia una
forma de pera, sobre todo el las mujeres.
Para los controladores, es muy importante poder confiar en que los otros cumplirán
sus planes y promesas; por esto mismo buscará que todo esté estrictamente
planificado. Por lo anterior, cualquier situación imprevista o conflicto inesperado los
pone en alerta y despierta su herida y el enojo se apodera de ellos bajo el pretexto
de que nadie les “pase por encima”. Su volatilidad emocional puede generar en
quienes los rodean incertidumbre y al no entender la actitud volátil se pueden sentir
a su vez traicionados.
Es común que quien tiene una herida de la infancia actúe desde ella y muchas
veces la replique en sí mismo o en otros al tratar de impedirla. Es así cómo, aunque
los controladores no confían fácilmente en las personas por miedo a ser
traicionados, persuadan a otros para confiar en ellos y serán los primeros en
divulgar información confiada si se presenta la oportunidad o por el bien mayor.
Una persona con heridas de traición buscará controlar la vida de otros e inmiscuirse
en los asuntos personales de quien la rodea, sintiendo que pueden hacerse cargo
de la vida y los problemas de otros y sin embargo, la motivación para “ayudar” no
viene desde su benevolencia sino desde su necesidad de controlar el efecto que
otros pueden tener sobre ella. De esta forma, suelen convertirse en personas
autoritarias que a su vez detestan ser controladas o tienen problemas con figuras de
autoridad, por lo que es posible que les cueste trabajo seguir órdenes en un trabajo
o tener relaciones equitativas a nivel social. Para las personas controladoras es
importante siempre estar por “encima” de los otros y así evitar una traición. De igual
forma, se presentan como personas manipuladoras, pero esto es simplemente una
forma de tener el control sobre otros y lo que los otros harán con ellos.
La herida de la traición, llevará al controlador a aprender sobre todo y sobre todos
con el fin de evitar situaciones donde se encuentre desprevenido o sin respuestas
ante preguntas. Su necesidad de control, también se manifestará en la búsqueda de
relaciones codependientes, donde pueda estar en dominio de todo y el otro
individuo lo necesite. De lo contrario si entrara en una relación con una persona
herida de traición la relación estaría caracterizada por luchas de poder constantes.
Las heridas de infancia, no son racionales y tampoco son algo para avergonzarse o
culpar a alguien. Son más bien, indicadores de cómo se vivieron ciertos eventos
tempranos y reconocerlas es un llamado hacia el trabajo personal. La persona
traicionada tiende a revivir su herida traicionando a otros, o hiriéndose a sí misma, al
no escuchar su voz interior o su intuición. El camino hacia la sanación de esta
herida viene de la autocompasión, y del reconocimiento de la herida y como se
perpetúa al interior cuando el controlador se miente a sí mismo. El camino hacia la
sanación comienza con dejar de traicionarse y comenzar a escuchar confiando en
su voz interior, reconociendo que como adulto es posible creer en sí mismo y en
otros, con la confianza plena de que aunque fuese traicionado, ya no es pequeño,
no son sus padres y siempre tiene la opción de continuar por sendas más
amigables.