La diseñadora francesa, que se enamoró de las molas y que le encantó nuestro país por su bio diversidad a pesar de su partida estará manifestándose en su taller gracias a la colaboración de otras diseñadoras y artesanas. Conversamos con su hija Sophie Breebaart sobre este importante trazo.

Estás por reactivar el taller de tu mamá. ¿Qué nos puede explicar de esto?

En estos momentos estamos organizándonos y aprendiendo sobre los grandes giros de la industria de la moda y así poder regresar de manera organizada con todos los diseños que ella dejó en su trayectoria de más de cuarenta años.  Esperamos pronto tener fecha para relanzar sus líneas.

¿Cómo piensa seguir llevando el legado de tu madre?

De la mano de Consuelo, quien fue su mano derecha por más de treinta años y las artesanas, estamos en el proceso de digitalizar sus pinturas y diseños los cuales expresan su amor por la naturaleza y la artesanía nacional reproduciéndolos de manera más actualizada.   Empezaremos haciendo colaboraciones con diseñadores nacionales que de alguna forma fueron influenciados por ella, muchos fueron grandes amigos, discípulos e influencia en ella.  La moda no era algo superficial para ella, era una manera de expresarse, y es lo que quisiéramos transmitir… No soy lo que me pongo, lo que me pongo debe expresar lo que soy.

También tiene en mente hacer una nueva cápsula en conjunto con un diseñador local. ¿Háblenos más sobre esto?

Como primera colaboración hemos escogido a Andrea Sousa, diseñadora local, la cual también tuvo su parada por el taller Breebaart.  Andrea y yo hemos estado trabajando de la mano de las artesanas para sacar la primera cápsula en los próximos meses.  Esta cápsula será muy interesante, ya que Andrea inspirada en diseños Breebaart, ha logrado fusionar su estilo propio inspirados en colecciones anteriores, creando un estilo práctico, juvenil, pero a la vez elegante, siempre con el sello Breebaart.

¿Cómo se da su interés por el mundo de la costura?

Desde pequeña junto a su familia, pasaban los veranos en un balneario de Bordeaux, en donde me cuentan mis tíos, que ella en vez de socializar con otros niños, pasaba su tiempo en la playa haciendo vestidos con algas y conchas, posteriormente en París, donde tenían una modista de planta, para ella y su hermana, pasaba horas en el salón de costura, aprendiendo.  A pesar de que sus estudios fueron de Artes Plásticas, ella siempre trataba de aplicar a sus vestidos algo de su creación.  Pero no fue hasta que llego a Panamá, a finales de los 60, que empezó de lleno a experimentar con la moda.  Recuerdo de pequeña que hacía camisetas pintadas, pareos, toallas y de ahí fue escalando, hasta que empezó a trasladar sus dibujos a mola.  En esos momentos no existía la industria de la moda en Panamá.

¿Cuál ha sido su colección más importante?

Todas sus colecciones tienen una historia y muchas anécdotas atrás, por eso te cuento de la última que fue Guerrero, en la cual a través de su proceso creativo fue descubriendo la cultura de Coclé, la cual tiene muy pocos años de haber sido descubierta, otra de las grandes riquezas de nuestro país, que ella quería que el mundo conociera.

Se caracterizó también por sus acuarelas

Ella tenía una manera de ver la vida muy diferente, amaba la naturaleza y sus colores. Cuando empezó en Panamá, era muy conocida por los retratos que hacía en acuarela y me llamaba la atención todos los colores que ella podía ver en un rostro, al igual que en sus paisajes.

En cuanto a su vida cotidiana qué nos puedes contar.

Lo que más le gustaba era compartir con la gente y cuando digo la gente es de verdad la gente. Podía tener dos minutos de conocer a alguien y no importaba si era la cajera del supermercado o el embajador de algún país, ella abría las puertas de su casa para acoger a todos y semanalmente tenía encuentros en el taller, que se puede decir eran encuentros culturales; le encantaba conectar a las personas.

Tu madre también le gustaba mucho la gastronomía, una manera de fusionar dos culturas. ¿Qué recuerdas de esto?

Le gustaba comer bien y era tan creativa en la cocina como lo era en sus lienzos y en la moda, cocinaba muy bien y tomaba recetas francesas aplicando ingredientes panameños así creando una fusión de cultura en ellas.  Pero lo que más le gustaba era compartir con la gente y cuando digo la gente es de verdad la gente.

Ella podía tener dos minutos de conocer a alguien y no importaba si era la cajera del supermercado o el embajador de algún país, ella abría las puertas de su casa para acoger a todos y semanalmente tenía encuentros en el taller, que eran encuentros culturales; le encantaba conectar a las personas.

Nuestra entrevistada comenta también que pudo llevar de la mano las dos culturas como bandera “a pesar de que ella nunca dejó de ser francesa y orgullosa de sus raíces, su mayor anhelo era la fusión de ambas culturas. Ella siempre vio la grandeza de Francia y todo lo que podía aportar en materia de cultura a nuestro país, pero no menos grande la riqueza de Panamá y lo mucho que tiene que aportar a Francia y al mundo”, nos dice.