La Navidad siempre ha sido mi fiesta favorita. Amo sus olores, sus colores, sus sabores, desenvolver adornos de navidad y transportarme al momento cuando los compré. Armar el árbol, colocar la estrella, repartir cascanueces y bolas de navidad por toda la casa, los nacimientos y la alegría de estar todos juntos.
Este año la vida me proporciona el privilegio de celebrar la navidad # 48, y no puedo menos que asombrarme de la evolución de las navidades a lo largo de mi existencia. De ser una niña que esperaba con mucho sueño aguantar hasta la medianoche para recibir regalos, hasta convertirme en la adulta que los reparte y se encarga de casi todo. De ser una niña que se sentía feliz recibiendo, a ser una adulta que es feliz dando.
La Navidad es una época mágica que despierta sentimientos de generosidad y solidaridad. El acto de compartir se manifiesta en la entrega de regalos, pero va más allá: implica compartir tiempo, momentos especiales, amor, alegría y apoyo con nuestros seres queridos y con aquellos que lo necesitan. Es un momento ideal para contribuir a la comunidad a través de acciones caritativas, donaciones a organizaciones benéficas o voluntariado en comedores sociales, hospitales o refugios para personas sin hogar.
Sin embargo, la navidad también puede estar teñida de nostalgia por aquellos que ya no están, preñada de anhelos por sueños nuevos, esperanza por cambios positivos y dolor. Dolor por metas no cumplidas, dolor por sentirse estancados, dolor por sentirse solos. Y es que no hay nada que destaque más durante estas fiestas, que la soledad.
De repente, las redes sociales se inundan de fotos en familia, pijamas navideños, listas enormes de sueños y metas cumplidas, amores encontrados, hijos concebidos, etc. Y el que está sólo, o deprimido, no puede resistir la presión social de perfección, que contrasta con su vacío existencial.
Las estadísticas mundiales han mostrado un aumento en los casos de depresión y suicidio durante esta temporada. Las expectativas sociales y familiares durante las festividades pueden ser abrumadoras. Sentimientos de soledad, estrés financiero, la presión por mantener una imagen de felicidad o la falta de conexión significativa con otros pueden intensificarse.
La percepción de que todos los demás están disfrutando de la Navidad puede exacerbar los sentimientos de aislamiento para aquellos que no están experimentando esa misma alegría. Esto puede llevar a un deterioro en la salud mental, resultando en depresión, ansiedad o pensamientos suicidas.
Otro de los problemas que pueden exacerbarse en Navidad son las adicciones. Para algunas personas, el alcohol o las drogas, se convierten en una forma de afrontar el estrés o los sentimientos de soledad, lo que puede empeorar los síntomas ya descritos.
Mientras escribo esto, no puedo dejar de pensar y asombrarme, que a pesar de lo mucho que ha evolucionado la humanidad en temas tecnológicos, salud y demás, las Navidades han sido y siguen siendo desafiantes para muchos a lo largo de la historia, como lo evidencian los siguientes libros:
¡Cómo el Grinch robó la Navidad!, un texto de 1957. El libro original tuvo un grandísimo éxito, como una acertada crítica a la banalización de la Navidad, que quedaba reducida simplemente a un periodo de consumismo y superficialidad. El Grinch es un personaje cascarrabias y malhumorado que ha pasado a la historia, incluso como adjetivo para definir a todas aquellas personas que detestan la Navidad, como seudónimo de gruñón.
A todos los Quien
de Villaquién
la Navidad les encantaba…
Pero al Grinch,
que vivía justo al norte de Villaquién,
¡NO le gustaba nada!
¡El Grinch odiaba la Navidad! ¡Toda la temporada!
No me preguntéis por qué. No había razón justificada.
Tal vez tuviera un tornillo mal ajustado.
Tal vez llevara un zapato demasiado apretado.
Aunque yo creo que el verdadero motivo
es que tenía el corazón dos tallas encogido.
El Grinch estaba deprimido. Este personaje que nos causa risa en las películas, nos demuestra un patrón negativo de afrontamiento de la depresión. Aislamiento, irritabilidad, conductas destructivas.
Un siglo antes, en 1843, el británico Charles Dickens publicaba Cuento de Navidad. Su trama cuenta la historia de un hombre avaro y egoísta llamado Ebenezer Scrooge y su conversión tras ser visitado por una serie de fantasmas en Nochebuena y la madrugada de Navidad.
Honraré la Navidad con todo mi corazón y procuraré observar su espíritu todo el año. Viviré en el pasado, en el presente y en el futuro. Los espíritus de los tres actuarán dentro de mí. No cerraré los oídos a las lecciones que ellos me enseñen. ¡Ay, dime que puedo borrar lo que está escrito en esta lápida!
Dickens hace una crítica a las personas que se olvidan de los demás durante estas fiestas y hace un llamado a la generosidad. El personaje principal de esta novela, descubre lo gratificante que es ayudar, y esto repercute de forma significativa en su salud mental, convirtiéndose en alguien alegre, generoso y sociable, y llegando a concluir que las Navidades no son la única época del año para compartir.
¡Estas Navidades propongámonos compartir de verdad!
En un mundo donde la conexión humana puede verse eclipsada por la tecnología, el espíritu navideño nos recuerda la importancia de estar presentes y disponibles para los demás.
Durante las festividades, el uso excesivo de dispositivos electrónicos puede alejarnos de la verdadera esencia de la Navidad. Analiza estrategias para utilizar la tecnología de manera consciente: establece límites claros, como períodos de tiempo sin dispositivos electrónicos o zonas libres de tecnología durante eventos familiares, con el objetivo de promover la verdadera interacción humana y fortalecer los lazos emocionales, prioriza la conexión humana y encuentra un equilibrio entre lo virtual y lo real.
¡Practica la presencialidad!
El mindfulness, o la conciencia plena, nos invita a centrarnos en el aquí y ahora, a prestar atención plena al momento presente. Durante las Navidades, esta práctica puede ser especialmente útil para ayudarnos a saborear las experiencias agradables y lidiar con los momentos de estrés.
Una forma de practicar el mindfulness durante las festividades es dedicar tiempo a la reflexión consciente. Podemos detenernos por un momento, respirar profundamente y sintonizarnos con nuestras sensaciones, emociones y pensamientos en ese instante. Esto nos permite reconocer y aceptar lo que está sucediendo, sin juzgarlo ni reaccionar impulsivamente.
Otra técnica de mindfulness que puede ser útil durante las Navidades es la práctica de la gratitud. En lugar de enfocarnos en lo que nos falta o en lo que no hemos logrado, podemos cultivar la gratitud por las cosas simples y significativas que tenemos en nuestras vidas. Apreciar la compañía de nuestros seres queridos, la comida en la mesa, la música festiva o incluso un momento de tranquilidad puede ayudarnos a enfocarnos en lo positivo.
La práctica de la atención plena nos enseña a ser conscientes de nuestras limitaciones y a establecer límites saludables, nos ayuda a reconocer cuándo es necesario decir no, a establecer prioridades y a dedicar tiempo a cuidar nuestra salud mental.
Otro aspecto clave de esta técnica, es la práctica de la respiración consciente. En momentos de estrés o agitación, tomar unos minutos para respirar profundamente puede ayudar a calmar la mente y el cuerpo. Enfocarse en la respiración nos permite desconectar momentáneamente de las preocupaciones y nos brinda un espacio para recargar energías.
Además, el mindfulness nos anima a disfrutar plenamente de las experiencias sensoriales. Durante las festividades, podemos aprovechar este enfoque para estar presentes y saborear los sabores, aromas, sonidos y texturas que nos rodean. Esto nos permite sumergirnos por completo en el disfrute de cada momento, en lugar de dejar que pasen desapercibidos mientras nuestra mente está ocupada en otras cosas.
La atención plena en las interacciones sociales, durante las reuniones familiares o encuentros con amigos, nos invita a practicar la escucha activa, prestando atención completa a las conversaciones, sin distraernos con pensamientos o juicios. Esta práctica nos permite estar verdaderamente presentes y conectados con quienes nos rodean, fomentando relaciones más significativas y enriquecedoras.
Asimismo, el mindfulness nos permite saborear los momentos de alegría y felicidad de manera más plena. Al estar presentes y conscientes de las experiencias positivas que surgen, podemos intensificar la sensación de gratitud y plenitud emocional. Esto crea recuerdos más significativos y duraderos, en lugar de simplemente pasar por alto esos momentos especiales.
Es importante destacar que el mindfulness no se trata de eliminar por completo el estrés o los desafíos, sino de enfrentarlos con una perspectiva más tranquila y consciente. Aceptar las emociones que surgen, ya sean positivas o negativas, y manejarlas con compasión y amabilidad hacia uno mismo.
En resumen, integrar el mindfulness en nuestras celebraciones navideñas puede permitirnos experimentar estos momentos con mayor serenidad, plenitud y gratitud. Al centrarnos en el presente y apreciar los pequeños detalles, podemos vivir las Navidades de una manera más plena, encontrando mayor paz y satisfacción en esta temporada festiva.
¡Feliz Navidad!
Dra. Heidi Saavedra Pérez