Es una enfermedad grave que afecta a millones de personas en todo el mundo. Involucra diversos niveles de atención, reuniendo a múltiples disciplinas médicas y quirúrgicas, así como a profesionales de enfermería y otros del ámbito sanitario. Además, moviliza considerables recursos humanos y tecnológicos para abordar diversas áreas de intervención, como el diagnóstico, tratamiento, supervivencia, atención de apoyo, asesoramiento genético y cuidado de pacientes frágiles, entre otras. La adecuada o deficiente gestión de esta patología tiene un impacto significativo en la atención clínica, ya que la gran cantidad de profesionales involucrados y la complejidad del proceso diagnóstico-terapéutico pueden dar lugar a problemas de coordinación y una comunicación deficiente.
Imaginemos a una paciente con cáncer de mama que necesita recibir tratamiento neoadyuvante (previo a la cirugía), cirugía y terapia adyuvante. No se puede confiar en la efectividad de un solo profesional de la salud que siga ciegamente “la mejor evidencia” y realice solo una parte de la compleja estrategia terapéutica que esta paciente requiere. Este caso demanda la colaboración de cirugía oncológica, oncología médica, radioterapia oncológica y personal de enfermería, como mínimo, y en algunos casos, un cirujano plástico especializado en reconstrucción mamaria. Los procesos clínicos en oncología están cada vez más interconectados e interdependientes. Sin embargo, muchas instituciones alrededor del mundo siguen operando bajo jerarquías tradicionales que promueven una cultura piramidal y son reticentes a la comunicación horizontal, impidiendo que la paciente reciba un tratamiento más apropiado según su estadio y condición.
“La importancia de la atención multidisciplinaria en Oncología se magnifica ante la rápida expansión de las opciones terapéuticas potencialmente eficaces, generando dilemas sobre cómo abordar estas opciones y presentarlas a los pacientes”.
Por otro lado, la complejidad inherente a las diversas realidades oncológicas, junto con el volumen creciente de casos en todo el mundo, impulsa a los diferentes especialistas a colaborar en tiempo real para brindar mejores alternativas a cada paciente. Esto implica la colaboración estrecha de diversos especialistas, cada uno aportando su experiencia única para diseñar un plan de tratamiento personalizado. Desde oncólogos médicos, radioterapeutas, cirujanos oncológicos, médicos nutricionistas, psicooncólogos, médicos especialistas en cuidados paliativos, etc., el equipo multidisciplinario es una colaboración coordinada.
El papel fundamental del Cirujano Oncólogo
La cirugía desempeña un papel fundamental en el tratamiento de estas enfermedades cancerígenas, ya que puede determinar la posibilidad de obtener los mejores resultados e incluso permitir la curación en casos seleccionados. Aunque en la mayoría de los tumores la estrategia quirúrgica no es la única opción, y se ha evidenciado un rol significativo de la quimioterapia y/o radioterapia, la combinación de la cirugía con estas estrategias a menudo beneficia al paciente al reducir la morbilidad, aumentar la posibilidad de conservar órganos o tejidos funcionales, disminuir las tasas de recidivas locales y a distancia, y mejorar la supervivencia.
Diagnóstico y estadificación: La habilidad del Cirujano Oncólogo
El proceso comienza con el diagnóstico preciso. El Cirujano Oncólogo, en estrecha colaboración con otros especialistas, utiliza tecnologías avanzadas para evaluar la extensión del cáncer y determinar la estrategia quirúrgica más adecuada. Puede entonces recurrir a biopsias o estudios de imagen complementarios para obtener un diagnóstico certero que permita al cirujano y demás especialistas, el mejor abordaje posible para el paciente.
Cirugía Oncológica: Un acto de precisión
La cirugía oncológica no es solo la eliminación de tejido afectado; es un acto de precisión. El cirujano oncólogo busca minimizar el impacto en tejidos sanos, preservando la calidad de vida del paciente mientras lucha contra la enfermedad. El cirujano debe ser conocedor de los factores de riesgo antes de elegir la técnica quirúrgica a realizar y entender las complicaciones de la cirugía.
Para optimizar los resultados de la cirugía oncológica dependerá de tres aspectos cruciales: la correcta elección de la estrategia quirúrgica, la aplicación adecuada de la técnica quirúrgica y la selección del momento óptimo para la cirugía. Definir estos tres puntos no es tarea sencilla, por lo que se recomienda la discusión detallada de cada caso en un equipo multidisciplinario. Este equipo determinará el orden y las estrategias a emplear en cada paciente, basándose en la mejor evidencia disponible y la situación única de cada paciente.
Colaboración continua con el equipo multidisciplinario
La labor del cirujano oncólogo no termina en el quirófano. La colaboración continua con oncólogos médicos, radiólogos y otros especialistas garantiza un enfoque holístico. Discusiones de casos, revisiones periódicas y ajustes en el plan de tratamiento son parte integral de este proceso dinámico. El cirujano oncólogo coordinará con el equipo médico para monitorear la recuperación, gestionar efectos secundarios y garantizar que el paciente reciba el apoyo necesario en todas las etapas.
En conclusión, desde el diagnóstico hasta la recuperación, la experiencia y habilidades del cirujano oncólogo son fundamentales para lograr resultados exitosos y mejorar la calidad de vida de los pacientes. La toma de decisiones compartida y la atención centrada en el paciente definen este enfoque integral que busca no solo curar, sino también preservar la esencia de cada individuo que enfrenta la batalla contra este flagelo.