Está de moda sanar el niño interior y es cierto que es necesario prestarle atención a las heridas de ese pequeño que vive dentro de nosotros, sin embargo, también es cierto que es importante el cómo se hace. La mayoría de los recuerdos de infancia surgen después de los siete años, son raros los casos en que una persona recuerda con facilidad eventos antes de esta edad, y también existen quienes no recuerdan nada antes de sus catorce o doce años. La razón de este suceso, de “pérdida de memoria” o “memoria selectiva” no es necesariamente un acontecimiento traumático por el que, la memoria como mecanismo de supervivencia haya decidido olvidarlo todo, aunque puede ser que sí sea una razón, existe un motivo imperante para que esto suceda y se le atribuye al funcionamiento cerebral, particularmente a la frecuencia en que vibran las ondas cerebrales y la forma en que se codifica la memoria.
El cerebro, funciona con impulsos eléctricos que varían de frecuencia, no sólo dependiendo del estado de ánimo, reposo o relajación, sino también dependiendo de la edad. Al nacer el cerebro de un bebé se mantiene predominantemente en un estado “Delta” que es el mismo estado que se alcanza con el sueño profundo. En la medida en que el bebé se acerca a su primer año de vida y hasta su segundo, el estado que se alcanza el “Theta”, que se caracteriza por ser un estado meditativo y de ensoñación, en ambos toda la información recibida a través de los sentidos se recibe como general y se almacena, pero no en forma de memoria como la conocemos ya que en esta etapa la memoria verbal no se ha desarrollado. Posterior a esto, y hasta los doce años las ondas cerebrales van a estar en un estado Alpha, sobre todo hasta los siete años y después comienza una oscilación entre Alpha y Beta (estado de consciencia- despierto). A los doce años comienza el desarrollo de la razón y el estado crítico de la mente, donde Beta predomina ante cualquier otro.
La razón para no recordar, se debe básicamente a la forma de codificación de la memoria, antes y después del lenguaje, y también, a qué al entrar a un estado predominantemente Beta, y hacer uso del factor crítico la información anterior, aunque queda almacenada lo hace básicamente a través de sensaciones y no de palabras o recuerdos. Es por esto, importante reconocer que el cuerpo tiene siempre la memoria, que se expresa sobre todo a través de impulsos automáticos y repeticiones inconscientes.
Hablarle al niño interior puede ser útil, pero es posible que no sirva mucho si no se le permite sentir, porque la forma de codificación de la memoria infantil es puramente sensitiva y a veces visual, pero rara vez verbal. Se puede hablar de eventos innumerables veces y aún así no lograr un cambio de conducta o ruptura de un patrón indeseado, y la razón de esto yace en que la memoria que genera el impulso está codificada a través de la sensación y la emoción, no del lenguaje.
Ni siquiera hay que recordar un evento para sanarlo, simplemente hay que conectar con la sensación, y para esto se puede hacer conectando con eventos presentes que se repiten en la forma en que se viven una y otra vez. A esto se le llama psicosomática, que es la capacidad de sentir en el cuerpo aquello que quedó grabado por eventos usualmente en la temprana infancia de los que no se guarda una memoria visual o hablada. Conectar con el cuerpo para liberar lo que vive en el inconsciente biológico es un paso importante para sanar al niño interior.
Conversar sirve, hacer diarios es muy útil, sin embargo, regresar a través del cuerpo puede generar cambios mucho más veloces y permanentes sin necesidad de permanecer en el control sobre los impulsos indeseados. Esto debido a que la memoria es biológica. Durante la infancia se sientan las bases para lo que será la vida adulta, la información se recibe generalizada, y cómo verdadera, y desde aquí el cuerpo reacciona hasta no hacerlo consciente.
Aunque no tenga sentido, los patrones se siguen repitiendo hasta que no se haya trabajado su origen, y usualmente el origen suele encontrarse en el niño menor de siete años. Cuando un evento te active tu modo de supervivencia, cualquiera que sea: huir, pelear, paralizarse o someterse, ve a tu cuerpo y permítete sentir en que lugar y que sensación se ha producido como respuesta al evento. Aquí y en la primera vez que lo sentiste está la clave y el mapa para sanar al niño interior.
Mónica Naranjo
Hipnoterapeuta Clínica, Psicobioterapeuta, Terapias Complementarias.