Estudios muestran que aproximadamente el 20 al 30% de los infantes experimentan despertares nocturnos durante los primeros 2 años de vida, pero a medida que el infante se va desarrollando, el número de despertares por noche se reduce, y la habilidad de dormir toda la noche aumenta con un 50-75% de los infantes de 12 semanas y al menos 90% a los 6 meses de vida. El “National Sleep Foundation” en Estados Unidos recomienda una duración diaria del sueño de 14 a 17 horas/día desde el nacimiento hasta los 3 meses, de 12 a 15 horas/día de los 4 a los 11 meses, de 11 a 14 horas/día para los de 1 a 2 años y de 10 a 13 horas/día para los preescolares de 3 a 5 años. Sin embargo, muchos bebés y niños pequeños duermen menos de la cantidad recomendada anteriormente. En los siguientes párrafos intentaré resumir lo que los estudios dicen acerca de la relación entre una buena cantidad y calidad de sueño en las diferentes esferas de los infantes.
MEMORIA
Hay dos tipos de sueño que están asociados con diferentes procesos de memoria. El papel del sueño NREM (NON RAPID EYE MOVEMENT), especialmente el “Slow Wave Sleep” o Sueño de Ondas Lenta, es la reactivación de los circuitos neocorticales del hipocampo activados durante un período de aprendizaje de vigilia, mientras que el sueño REM (RAPID EYE MOVEMENT) es responsable de la consolidación del nuevo aprendizaje en la memoria a largo plazo. Hupbach et al. encontraron que los bebés de 15 meses que habían dormido una siesta dentro de las 4 horas posteriores a la exposición al lenguaje recordaban el patrón gramatical general del lenguaje 24 horas después, mientras que los bebés que no habían dormido una siesta no mostraban evidencia de recordar nada sobre el lenguaje. Otro estudio de Seehagen et al encontró que tener una siesta prolongada (≥ 30 min) dentro de las 4 h posteriores al aprendizaje de un conjunto de parejas objeto-acción de un títere de juguete permitió a los bebés de 6 y 12 meses retener nuevos comportamientos aprendidos luego de 4 y 24 horas. Estos hallazgos respaldan la idea de que las siestas frecuentes de los bebés pueden desempeñar un papel esencial en el establecimiento de la memoria a largo plazo.
REGULACIÓN EMOCIONAL
En una revisión sistemática de diferentes estudios, una duración más corta del sueño se asoció con regulaciones emocionales más deficientes, y entre estos estudios, 2 estudios aleatorizados (ambos ensayos aleatorios cruzados con evidencia de alta calidad) mostraron mejores estrategias de autorregulación y respuestas emocionales con buena higiene del sueño en comparación a cuando el sueño es restringido.
La explicación que se sugiere es que durante el sueño REM, una activación prefrontal dorsolateral hiperlímbica e hipoactiva y una función normal de la corteza prefrontal medial pueden explicar su papel adaptativo para hacer frente a los eventos emocionales.
DESARROLLO COGNITIVO
Al igual que en los adultos, el sueño beneficia la memoria y el aprendizaje del lenguaje en los bebés, tanto antes como después del aprendizaje. Un estudio reveló que una mayor cantidad de despertares después del inicio del sueño entre bebés de 10 meses se correlacionó negativamente con las puntuaciones de la segunda edición del índice de desarrollo mental (MDI) de Bayley Scales of Infant and Toddler Development (BSID-II o Escala de Desarrollo de Bebés y Niños pequeños de Bayley.). Gibson et al. también encontraron que los bebés de 11 a 13 meses de edad que tenían una mayor eficiencia del sueño o una mayor duración de sueño por la noche se asociaron con mejores habilidades cognitivas de resolución de problemas según lo medido por el Cuestionario de Edades y Etapas. Recientemente, fueron examinadas la asociación entre los despertares nocturnos y el desarrollo cognitivo en una muestra comunitaria a gran escala de bebés y niños pequeños de China y se descubrió que los despertares nocturnos frecuentes informados por los cuidadores están asociados con un MDI (índice de Desarrollo Mental) más bajo en BSID-I en niños pequeños entre 12 y 30 meses. Un estudio longitudinal de gemelos evaluó la asociación entre la consolidación del sueño y la vigilia a los 6, 18 y 30 meses y las habilidades del lenguaje a los 18, 30 y 60 meses y encontró que una mala consolidación del sueño durante los primeros 2 años de vida puede ser un factor de riesgo para el aprendizaje del lenguaje en la niñez posterior.
PESO
La relación entre el sueño y el sobrepeso a mediano y largo plazo es uno de los conceptos más estudiados en el campo del sueño infantil. En general, los resultados de diferentes estudios indican el riesgo potencial de una menor duración del sueño en los primeros años de vida para desarrollar sobrepeso más adelante. Los mecanismos sugeridos que vinculan el sueño más corto o la restricción del sueño con el aumento de peso, la obesidad y la resistencia a la insulina incluyen: hormonas contrarreguladoras como el cortisol y la hormona del crecimiento, actividad alterada del sistema nervioso autónomo y la alteración de las hormonas reguladoras del apetito como la leptina y la grelina que aumentan el apetito y el hambre.
LONGITUD Y TALLA
Estudios recientes sugieren que el aumento en longitud en bebés de 4 a 17 meses es precedido por sueño prolongado los 4 días anteriores. Además, los investigadores relacionaron el retraso del crecimiento, la anemia por deficiencia de hierro y los informes maternos sobre el sueño en bebés de 6 a 18 meses de edad en dos estudios de Zanzíbar y uno de Nepal. El retraso del crecimiento se asoció con una duración más corta del sueño nocturno, una mayor frecuencia de vigilia nocturna y una duración más corta de la siesta.
A pesar de que el crecimiento físico y el aumento de peso en los primeros dos años de vida pueden ser predecidos por el peso al nacer, factores prenatales y su nutrición, una gran evidencia apoya el importante rol del sueño infantil en el crecimiento.
Hay mucho campo por estudiar respecto a estos temas, pero la evidencia apoya que como profesionales de la salud y padres debemos promover una correcta higiene del sueño empezando desde el nacimiento y siguiendo en los meses y años posteriores para que los bebés y niños pequeños puedan alcanzar su potencial mayor con la ayuda de un sueño reparador adecuado para su edad.
REFERENCIAS:
Jiang, F. (2019). Sleep and early brain development. Annals of Nutrition and Metabolism, 75(Suppl. 1), 44–54. https://doi.org/10.1159/000508055
Tham, E. K., Schneider, N., & Broekman, B. (2017). Infant sleep and its relation with cognition and growth: a narrative review. Nat Sci Sleep., 9(135–149). https://doi.org/10.2147/NSS.S125992